Sábado Santo 2018: Un Sábado Santo con luz de melancolía
Como todos los años desde que acompañamos a la Hermandad de la Trinidad, el Sábado Santo supone una jornada melancólica para nuestra formación. Melancolía por las vivencias, melancolía por las emociones, melancolía por otra Semana Santa que se nos escapa y melancolía por una nueva espera que empieza a esbozarse tras el arco del patio salesiano.
Así, nuestro día comenzaba en torno a las 15 horas de la tarde. Los primeros sones cigarreros, ofrecidos por nuestra banda cantera, empezaban a retumbar en el eco del complejo salesiano con la salida de la Cruz de Guía. Minutos después, la primera pareja de ciriales se apostaba bajo el dintel de la puerta, anunciando la inminente salida del imponente misterio del Sagrado Decreto. Tras la Marcha Real, Sagrado Decreto y Eucaristía fueron las composiciones elegidas para los primeros pasos del a cuadrilla.
Con un discurrir alegre y todopoderoso, el misterio trinitario fue avanzando por las calles de la ciudad en busca de la Carrera Oficial. Composiciones como Cristo de la Sangre y Mi Cristo para Sevilla en la Ronda de María Auxiliadora, La Sentencia de Cristo en Ponce de León o Bendícenos Jesús en la Plaza de San Pedro nos acercaban más y más a uno de los puntos especiales del recorrido: La calle Orfila. Allí pasaríamos por delante de la Capilla de San Andrés, sede de la querida Hermandad de Los Panaderos, a la que tenemos el placer de acompañar cada Miércoles Santo. Ego Sum, Prendido y Resignación fue la música de aquel momento.
Para tan señalado punto como es la Plaza de la Campana, las marchas que interpretaríamos serían Pasión, Muerte y Resurrección, Alegoría de la Fe, Lux Aeterna y Sagrado Decreto. Una banda sonora maravillosa para una soberbia y trabajada entrada en campana por parte de la cuadrilla del paso de misterio. Minutos después, el paso de misterio ya se perdía en la profundidad de la calle Sierpes, en busca de la Santa Iglesia Catedral. Al salir de la Catedral, la Marcha Real volvería a sonar tras el misterio y Stella Maris sería la composición que sonaría acto seguido en la Plaza Virgen de los Reyes.
Ya en la calle Alemanes, comenzaría uno de los momentos con más fuerza del Sábado Santo: La Cuesta del Bacalao. El acompañamiento musical comenzaba con la marcha Madre de Dios, unos metros antes de revirar. Junto a un excelso andar de la cuadrilla, Un cielo para mi Virgen, Costalero del Soberano y Silencio, ante Herodes… el Hijo de Dios, serían los elementos destacados en un momento único e irrepetible que sin duda quedará grabado en la memoria de muchas de las personas allí presentes.
Otro de los puntos marcados en rojo durante el recorrido sería la subida de la Cuesta del Rosario, donde marchas como Sobre los pies te lleva Sevilla, Esa espina de tu cara o Amor de Madre sonarían tras el paso alegórico de la Hermandad Trinitaria. Tras ello, la marcha Soberana, estrenada este mismo año, tendría su turno para ser interpretada en la calle Jesús de las Tres Caídas.
Pasadas las 23 horas, el misterio del Sagrado Decreto ya había dejado atrás el Santuario de la Hermandad de los Gitanos para encontrarse en la calle Sol. La calle Sol es especial para nuestra formación. Es aquí donde comienza nuestra Semana Santa, junto a la querida Hermandad de la Cena, pero a la misma vez, es donde tienen lugar los últimos compases de nuestro Sábado Santo. Para este fragmento de recorrido que nos lleva, con nostalgia y melancolía, al Domingo de Ramos, Las Cigarreras interpretó marchas como Inspiración, Y fue Azotado, Llora la Esperanza o Tus lágrimas. Sin duda, un repertorio que la cuadrilla del Sagrado Decreto supo interpretar de manera maravillosa.
De esta forma, un año más nos encontrábamos frente al cancel trinitario para disfrutar de una de las entradas más emotivas del año. Ante Anás, el Hijo de Dios o Lux Aeterna serían algunas de las marchas que precederían a una recogida con mucha clase por parte de la corporación salesiana. Con la Marcha Real, finalizaba nuestro Sábado Santo y junto a él, otra Semana Santa de ensueño en la ciudad de Sevilla. Y así, una vez más, comenzaba una dulce espera que nos llevará hasta otro amanecer de Domingo de Ramos, hasta otra nueva Semana Santa.