Esplendorosa mañana de Corpus 2024
Hoy, poniendo la vista atrás, recordamos que el año pasado por motivos climatológicos no pudimos disfrutar de la procesión del Corpus Christi por las calles de nuestra ciudad. Por lo que este año 2024, todos sentíamos un enorme deseo de acompañar a nuestro Señor de la Sagrada Cena en su traslado de vuelta a la Iglesia de Los Terceros.
Tras haber celebrado nuestro “casi” tradicional concierto de vísperas del Corpus en la Sede de nuestra querida Hermandad la noche del 29 de mayo, todo apuntaba a que esta vez sí tendríamos una alegre jornada.
Las calles del centro ya lucían adornadas con sus elegantes altares y arquillos propios de la efeméride, que por cierto en esta ocasión, se dió la enorme casualidad de que coincidían la celebración del Corpus con la festividad del valiente Rey Santo y patrón de Sevilla, San Fernando.
Para ello, ya me disponía a salir de casa. Algo curioso me llamó la atención, y es que a pesar de ser un barrio relativamente cercano al centro, las calles se encontraban completamente desiertas, sin embargo al entrar por la zona de la antigua “puerta de la carne”, calle Santa María La Blanca, ya comencé a ver calles abarrotadas y cantidades enormes de público que bien, ya habían visto El Corpus o se encaminaban a disfrutar de lo que la jornada aún les ofrecía.
La calle Fabiola… Mateos Gagos, ya eran un hervidero de costaleros, cofrades y curiosos que colmaban las calles, y al bajar, comencé a ver compañeros rodeados de amigos, antiguos componentes y familiares, que como siempre acuden a nuestro lugar de encuentro, donde las conversaciones, consejos y chascarrillos, no cesan.
La alta temperatura es motivo de preocupación en todos los allí presentes, sin embargo no merma la impaciencia por comenzar a hacer sonar nuestros instrumentos.
Es allí, desde donde se puede contemplar la imponente Giralda, donde formamos filas y comienza a sonar el tambor. Bajando la calle Mateos Gagos, comienzan a sonar marchas de desfile que hemos recuperado esta temporada, y que ya interpretamos la noche anterior, Del Zumbacón a la Calzá y El Turuta.
Más adelante, justo al llegar al Palacio Arzobispal, interpretamos el otro gran estreno de paso ordinario, Regimiento Soria, con la que nos posicionamos junto al Señor, y recibimos un cariñoso aplauso del público que allí aguardaba.
De repente, sonó el llamador del paso del Señor de la Humildad y Paciencia, en el que en esta ocasión iba el Señor de la Sagrada Cena. A la llamada del capataz, el paso de Cristo se alzó y nuestro compañero Josemi rubricó la Marcha Real, a la que continuarían Cantemos al Amor de los Amores y Sagrada Eucaristía, las cuales fueron las marchas con las que iniciaríamos el traslado del Señor.
Después de esto, se produjo unos de los momentos más espectaculares, cuando los tambores suavizaron el toque, para que los costaleros oyeran con total nitidez las indicaciones de “los que mandan”, ya que la estrechez de la calle Placentines, precisa de movimientos milimétricos para evitar las cornisas de los edificios, mientras los espectadores inconscientemente aguantamos la respiración.
Dejando atrás este tramo del recorrido, llegamos a la calle Francos, donde quedamos embelesados con la belleza y magnitud de los altares que allí se encontraban, concretamente con el de Santa Justa y Rufina. A lo largo de esta calle suenan las marchas Llora la Esperanza, El Cachorro, Ave María, Ante Anás… El hijo de Dios y, al llegar a su fin, Reinas del Baratillo.
A continuación llegamos a la Cuesta del Rosario, donde nuestro compañero José Carlos Garrido nos deleitó con un solo lleno de virtuosismo en la marcha Sobre los pies te lleva Sevilla, para más adelante, terminar de subir la cuesta con los sones de Divina Pastora de Cantillana.
Ya van quedando atrás las calles por las que transitó la procesión del Corpus, y con ellas el agradable aroma a juncia y romero, tan típico en estos días.
El Señor de la Sagrada Cena sigue avanzando y otra de las revirás que cabe mencionar, es la que pudimos disfrutar en las calles Odreros y Boteros, donde el público que allí permanecía pudo disfrutar de los sones de Crucifixus y Gath Shemânîm. Fue tal la ovación recibida, que comprobamos que los asistentes supieron valorar el esfuerzo que estábamos realizando al soportar las altas temperaturas.
Ya en la plaza del Cristo de Burgos, tomamos algo de impulso y aliento a la sombra de los altos árboles, e interpretamos la marcha Macarena, para encaminar el final del recorrido.
Supimos que todo se iba terminando cuando sin apenas darnos cuenta estábamos a mitad de la calle Gerona. En ese punto, se nos avisó de las marchas que irían de ahí a la entrada y los compañeros fuimos dándonos ánimos. El final del traslado era duro, por la dificultad de las marchas que íbamos a interpretar, pero también por el nivel extremo en que el sol apretaba en esos instantes.
Desde ahí, sonaron las marchas ¡Victoria!, Y en la otra orilla… y Costalero del Soberano. Cómo no podía ser de otra manera, pusimos más el alma y los sentimientos, que nuestros cuerpos, ya que éstos eran mártires del agotamiento debido a la elevada sensación de bochorno que se respiraba.
La travesía que nos llevaba hasta la Iglesia de Los Terceros tocaba a su fin, y ésta se iniciaba en la plaza que lleva su nombre. De modo que, mientras el Paso casi encaraba el Templo, comenzaron a sonar los primeros acordes de Agnus Dei en la calle Sol, que provocaron en la multitud un espontáneo destello de asombro, lo cuál significaba que habían reconocido rápidamente la melodía y sabían de las obras que vendrían a continuación. Por ello, de forma enlazada sonaron la Marcha Real y, ahora sí por último, Cantemos al Amor de los Amores, con la cual entramos en la Iglesia de igual manera que hacemos cada Domingo de Ramos.
Para concluir estas líneas, sólo queda decir que sentimos una inmensa gratitud no sólo hacia nuestra querida Hermandad de la Cena si no también hacia todo el pueblo de Sevilla, por la enorme ayuda que recibimos durante todo el recorrido, mostrándonos una vez más, cuánto quieren a Las Cigarreras.
“Qué nuestra música sea siempre en vuestros corazones”.
Fotos: Juan Rodríguez