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Domingo de Ramos 2025: El domingo más esperado

Domingo de Ramos 2025: El domingo más esperado

Sevilla amanecía con el alma en vilo. Las nubes, aún sin decidir si marcharse o quedarse, cubrían un cielo que no terminaba de abrirse, mientras en los aledaños de la Iglesia de los Terceros comenzaban a llegar, poco a poco, los primeros músicos. Las medallas colgaban del pecho como escapularios de ilusión, los instrumentos perfectamente preparados y los corazones palpitantes ante la incertidumbre de lo que nos depararía la jornada.

El tiempo seguía sin definirse, y los comentarios entre compañeros oscilaban entre la esperanza y el miedo: ¿Saldrá la Cena? ¿Nos quedaremos en casa otro año? Las conversaciones se hacían eternas, hasta que llegó la noticia: La Hermandad solicitaba una prórroga de media hora para tomar una decisión definitiva. Silencio… y nervios. Finalmente, se abría el cielo, un sol resplandeciente, y con él, las puertas de la Iglesia. Sonaba la Marcha Real, seguida de Cantemos al Amor de los Amores y Eucaristía. Un nudo en la garganta, una lágrima imposible de contener: La Semana Santa de Las Cigarreras había comenzado.

Con los nervios a flor de piel y las miradas puestas en el misterio de la Sagrada Cena, el paso avanzaba por Santa Catalina y Almirante Apodaca. Las primeras chicotás se sucedían con elegancia, y el público se rendía ya en San Pedro, mientras la Banda interpretaba composiciones que pintaban de solemnidad cada esquina.

La ciudad entera se paralizó cuando el misterio de la Sagrada Cena reviró hacia la Hermandad de Los Panaderos. Allí, donde se cruzan la devoción y la historia, sonaron Señor de Sevilla y María, Reina y Madre. Un mar de aplausos estalló en aquella esquina, mientras la madera crujía bajo el peso de la emoción y los compases envolvían las fachadas. No muy lejos, ya junto a la capilla de San Andrés, sonó Jesús en su Prendimiento, marcha que hizo vibrar los adoquines del centro.

Avanzando hacia la carrera oficial, las sensaciones eran intensas, el paso firme, y los músicos con el alma puesta en cada nota. En la revirá que nos llevaría hasta la Plaza del Duque de la Victoria sonó la marcha ¡Victoria!, ante una reacción de entusiasmo por parte del público que allí se encontraba.

Ya en carrera oficial, el misterio de la Sagrada Cena se abría paso entre el respeto y la admiración de una Campana abarrotada, donde el recogimiento se hacía absoluto. Sonaron los compases de Agnus dei y Eucaristía, elevando la emoción del público que, en pie, acompañaba con la mirada al Señor Eucarístico.

Al adentrarse en la estrechez majestuosa de Sierpes, la Banda supo templar el ambiente con marchas como Nuestra Señora de Consolación y Lágrimas y Virgen de la Salud, aportando ese equilibrio entre solemnidad y dulzura que tan bien define este tramo del recorrido. La emoción se desbordó en la Avenida de la Constitución, donde la música se hizo clamor con Al pie de tu Santa Cruz y Macarena, cerrando un recorrido glorioso hacia la Catedral que culminó bajo los sones de la vibrante Madrugá Sevillana, justo al salir del templo metropolitano. Una vez más, la fe se volvió música… y la música, plegaria.

Ya enfilando la Cuesta del Bacalao, dos marchas se alzaron como auténticos clavos de fe: Sanctae Crucis y Gath Shemânîm. El andar del paso, solemne y majestuoso, cortaba la respiración. El público, mudo ante tanta belleza, guardaba silencio como si en cada nota se recogiera una oración.

Sin embargo, el cielo quiso poner a prueba los corazones. En la plaza de la Alfalfa, comenzaron a caer unas tímidas gotas de lluvia. El misterio avanzaba entre la preocupación y el recogimiento, mientras los músicos no cesaban en su labor, y la marchas Dulce Nonbre de MaríaAlegoría de la Fe ponían la tensión y la solemnidad a un momento que nadie olvidará. Fueron solo unos minutos que no desdibujaron el cortejo, y tras la interpretación de Refúgiame en la calle San Juan, la lluvia quedó en anécdota.

El recorrido seguía con un nuevo brote de emoción en la calle Doña María Coronel, donde sonó Ave María, seguida directamente por Crucifixus, en una de las revirás más sobrecogedoras del día. Allí, Sevilla volvió a mirar al cielo, esta vez no para temerlo, sino para agradecerle tanta belleza.

Ya en los tramos finales, resonaron las marchas Un Cielo para mi Virgen, Y en la otra orilla… y Soberano en la revirá final, como broche eucarístico y sonoro a una jornada que había sido amenazada por el cielo, pero bendecida por la fe. A las puertas de la recogida, los sones de Al señor de la Sagrada Cena, Agnus Dei y la Marcha Real con Cantemos al Amor de los Amores pusieron fin a un Domingo de Ramos marcado por la emoción, la incertidumbre… y la música hecha oración.

En esta ocasión, como en cada año, la Banda de Las Cigarreras volvió a ser testigo y protagonista de uno de los momentos más esperados por la Sevilla cofrade. Porque cuando suenan nuestras cornetas y tambores, no solo acompañamos un misterio: Damos voz al alma de una ciudad entera.

Información del autor
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María Aguayo Arcos
Colaborador. Componente en la cuerda de trompetas.
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