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Corpus 2025: Fuimos comensales en la mesa del Señor

Corpus 2025: Fuimos comensales en la mesa del Señor

El jueves 19 de junio de 2025 no era un día cualquiera en Sevilla. Era la festividad del Corpus Christi, y un día donde viviríamos algo que durante décadas se ha comentado en la Sevilla cofrade… El regreso del Señor de la Sagrada cena en la tarde de esta jornada tan especial. Debido a las altas temperaturas registradas en esos días de junio, en las jornadas previas se tomó la decisión de mover el horario del traslado del Señor a los Terceros, tras presidir su tradicional altar en la fachada del Palacio Arzobispal.

Aquella noche no fuimos espectadores: fuimos comensales. Invitados discretos a la mesa del Señor, en pleno corazón de Sevilla, donde la ciudad se recogía sin recogerse, y lo sagrado se hacía cotidiano bajo un cielo de verano espeso y luminoso.

La Banda de Las Cigarreras vino a servir. Y lo hizo como siempre, con la Marcha Real que abrió la mesa sonora, enlazada con Cantemos al amor de los amores y Eucaristía, mientras el paso alcanzaba la calle Alemanes. Luego, la subida de la Cuesta del Bacalao se afrontó con la fuerza narrativa de Los juicios del Hijo de Dios, la unión de cuatro escenas musicales del proceso de Cristo ante Anás, Caifás, Herodes y Pilatos.

En la calle Francos, las libélulas parecían ángeles menudos, danzando en círculos alrededor del paso ya dispuesto, como si custodiaran aquel banquete espiritual. No había mantel ni loza, pero sí la solemnidad de lo que se comparte desde el alma. Los abanicos marcaban el ritmo como metrónomos humanos, componiendo un rumor constante, casi litúrgico. El calor, abrazador, parecía sacado del propio horno donde fermenta la fe sevillana: esa que no necesita palabras, sólo presencia.

Por la Cuesta del Rosario se escucharon dos clásicos de la banda como son Madre de Dios e Y fue azotado, justo cuando el misterio alcanzaba Jesús de las Tres Caídas, la banda ofreció Al Señor de la Sagrada Cena.

Desde este punto, las próximas revirás serían de esas que se mantienen en los recuerdos… Y en la otra orilla… y ¡Victoria! para entrar en Sales y Ferré, y Sanctae Crucis y Gath Shemânîm para revirar de Doña María Coronel a Gerona, haciendo las delicias de todos los que allí se agolpaban. Y es que la cantidad de público, al contrario que cuando el traslado se realiza a mediodía, iba aumentando conforme nos acercábamos a Los Terceros.

Por último, en la «revirá del Rinconcillo» sonó otro de los estrenos de esta temporada… Soberano. Momentos más tardes, sonaría Hasta siempre, Soberano, que quisimos dedicar a los compañeros de la Redención, por los días difíciles que estaban pasando debido a la pérdida de un gran compañero, como fue Francisco de Paula Aranda Bermúdez.

Pero aún quedaba una última ofrenda: ya ante la puerta de los Terceros, mientras el Señor de la Cena giraba con los suyos, sonó con unción Agnus Dei, antes de enlazar de nuevo con la Marcha Real. Eran las doce y cuarto de la noche. Y como manda la costumbre (más aún, el cariño), la banda regaló un último Cantemos al amor de los amores mientras el paso recorría la nave y alcanzaba el presbiterio, donde quedó definitivamente detenido.

El público arropó a la banda con un fervor sin aspavientos, con una emoción densa que lo decía todo sin decir nada. Entre las estrecheces, el paso avanzaba entre temperaturas de horno, sí, pero también entre el calor humano de una ciudad que se sabe cuerpo cuando se entrega al alma.

Y al fondo, ya en la penumbra, el Señor de la Cena aguardaba. Con sus doce, sí, pero también con todos nosotros, sentados a su alrededor sin hacer ruido, sabiendo que la aurora vendría, pero sin necesidad de que llegara. Porque el día del Señor empieza antes del alba y termina donde siempre: en su casa. Allí donde la luz no entra, sino que brota.

Los abrazos se alargaron en la noche como se alarga el eco de sus marchas en la calle. Y aunque la despedida fue sin palabras varios fuimos los que nos quedamos mirando el portentoso misterio que en silencio y penumbra permanecía bajo el altar de los terceros. Todos sabíamos que ese calor volverá. Volverá a arder (con música, con fe, con emoción compartida) cuando septiembre abra de nuevo la puerta de los abrazos.

Información del autor
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Francisco José Borge Morón
Colaborador en el equipo de comunicación.
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